José Ignacio Sánchez Alaniz
Dirección de Registro Público de Monumentos y Zonas Arqueológicos-INAH
Los otomíes forman parte del tronco lingüístico otopame que abarca los idiomas otomí, mazahua, matlazinca, ocuilteco, pame del norte, pame del sur y chichimeco jonaz. A su vez, se integra lingüísticamente a la gran familia otomangue (Wright, 1997). De acuerdo a la región de procedencia se autodenominan Hñähñü, Ñuhu, Ñhato o Ñuhmu y actualmente se encuentran distribuidos en los estados de México, Querétaro, Hidalgo, Guanajuato, así como en puntos aislados de Tlaxcala y Michoacán y Veracruz [1].
En el centro de México durante el Posclásico Tardío, fueron el grupo más numerosos después de los mexica y su presencia se remonta a por lo menos el periodo Clásico. La información disponible indica que el área nuclear de los otomíes, a partir de la cual migraron a otras regiones (como Tlaxcala y Puebla, en el oriente y Michoacán en el poniente), fue Xilotepec o Mandenxi en Hhähñü.
A la caída de Tula, al parecer, Xilotepec constituían un señorío independiente; posteriormente, los tepanecas dominaron toda la región otomí y antes de la llegada de los españoles fueron sujetos de la Triple Alianza. Durante la guerra chichimeca otomíes del antiguo señorío de Xilotepec-Chiapan ayudaron a los españoles en esa empresa bélica y también poblaron nuevos centros en el Bajío y Norte de México, como Querétaro, San Juan del Río, San Miguel Allende, San Luis la Paz, entre otros.
Durante mucho tiempo fueron considerados un grupo marginal que oscilaba entre la cultura mesoamericana y la de los cazadores-recolectores y que dependían de los grandes centros de poder. Esa visión desarrollada por los aztecas ulteriormente fue retomada por los españoles. A ello debemos agregar que la mayor parte de las crónicas históricas que tratan sobre ese grupo son fuentes cuyo tema central son los mexica; en ese sentido, son escasos los documentos que aportan información más amplia sobre la cultura otomí, tal es el caso de los Códices de Huichapan, Huamantla, Jilotepec y algunas Relaciones Geográficas como la de Querétaro.
Tradicionalmente, las investigaciones antropológicas sobre el grupo se han orientado hacia la lingüística, monografías etnográficas en diferentes comunidades, algunos trabajos de antropología física, así como estudios de folklore y artesanías. Los estudios arqueológicos han sido escasos [2].
De tal manera, es en los años 70´s del siglo XX que por primera vez se emprenden investigaciones arqueológicas de gran escala en una región otomí, en este caso en Huamango, Estado de México (Piña Chan, 1981). Posteriormente, a partir de los años ochenta de ese mismo siglo, surgen trabajos arqueológicos a nivel regional en el Valle del Mezquital (López Aguilar y Fournier, 2009 ; Fournier, 2007). En los años 90´s e inicios del presente siglo se implementan trabajos de área en Jilotepec (Brambila,1997) y Chapa de Mota (Sánchez Alaniz, 2009).
Los trabajos de área en Jilotepec y Chapa de Mota han permitido definir tres enclaves ecológicos: la sierra, zona de barrancas y valles intermontanos. En todos ellos se han determinado evidencias de ocupación prehispánica, lo que nos orilla a plantear una relación dinámica y compleja de los habitantes con su medio ambiente dentro de una secuencia temporal prolongada. (Sánchez Alaniz, op. cit.).
Los sitios ubicados en la parte superior de las barrancas y lomas comparten ciertas características como es el seguir el eje principal de las topoformas, estar próximos a fuentes hidrológicas como ríos y arroyos, presentar sistemas de terrazas, así como la adaptación de las construcciones a la topografía. Otra característica es que al parecer existe un patrón de distribución en los asentamientos, pues suelen localizarse en líneas equidistantes que van de 1 a 1.5 km. Este modelo disperso, pero a la vez equidistante, persiste de manera clara en algunas comunidades distribuidas en la parte superior de las barrancas como son El Arenal, La Cañada, los Oratorios, etcétera, en el Municipio de Villa del Carbón, Estado de México. En estos sitios arqueológicos se ha determinado un amplio rango cronológico, con datos del Preclásico Medio (sitio La capilla), Epiclásico (Las Moras, El Mogotito y La Palma), Posclásico Temprano (La Cantera y pueblo de Quelites) y Posclásico Tardío. De todos ellos, Las Moras por su ubicación geográfica, distribución espacial, complejo sistema de terrazas y profusa presencia de materiales cerámicos y líticos pudo haber fungido como un sitio rector durante el Epiclásico (Ibídem).
La información recuperada en campo indica que del área de Tepeji del Río hacia Chapa de Mota existe una especie de corredor o ruta, con asentamientos que muestran una fuerte presencia mexica, aunque también hay evidencia de ocupación más antigua, como hemos señalado. Esta vía permitía conectar la parte Suroeste del Valle del Mezquital con el sector Norte del Valle de Toluca a través del paso natural o "puerta" de la Sierra de las Cruces, situado alrededor del actual poblado de Chapa de Mota (Sánchez Alaniz, 2009).
Los sitios de la sierra se caracterizan por estar emplazados en cerros cuyas alturas oscilan entre los 2770 y 3100 msnm y suelen ir de sencillos adoratorios, donde se depositaban ofrendas, a sitios con arquitectura compleja formada por plataformas de nivelación y varias estructuras cuyo sistema constructivo consistía en relleno de piedras ígneas amorfas y recubrimientos conformados por lajas calzadas una sobre otra. En general se aprovecharon las elevaciones naturales y afloramientos rocosos para la construcción de estructuras. En estos asentamientos destaca además su privilegiada ubicación geográfica pues suelen presentar un excelente dominio visual del horizonte. A la fecha entre la población muchos de esos lugares constituyen referentes o marcas territoriales y son considerados espacios sagrados. Sin duda alguna Chapa el Viejo e Iglesias Viejas, con ocupación del Posclásico Tardío- por su ubicación, distribución espacial y complejidad arquitectónica son los más representativos (Ídem).
Los sitios ubicados en los valles intermontanos son de topografía plana, situados entre macizos montañosos con una altura que fluctúa entre los 2400 y 2600 msnm. Dado que se encuentran en espacios propicios para la agricultura y asentamientos humanos suelen estar muy destruidos. No obstante, en los límites de Tepeji del Rio con Villa del Carbón localizamos dos sitios con evidencias arquitectónicas. Uno de ellos, San Mateo Buenavista, observa una ocupación mexica; el otro se localiza en el poblado de Quelites y presenta una secuencia ocupacional que arranca en el Clásico, continúa con materiales del Posclásico Temprano y Tardío. En el Valle de Chapa de Mota, se localizó el asentamiento denominado "La Esperanza", con restos de una estructura arquitectónica y una gran cantidad de materiales cerámicos del tipo Azteca III.
En relación a manifestaciones gráfico-rupestres, destaca el registro de dos sitios. Uno de ellos es el Abrigo del Río San Jerónimo, en Villa del Carbón, que revela una secuencia de pinturas zoomorfas, astronómicas y antropomorfas plasmadas en diferentes paneles. El otro sitio es el abrigo rocoso de Matlavac, Chapa de Mota, con grabados tallados en la roca que representan elaborados diseños zoomorfos y antropomorfos relacionados estos últimos con atributos de Quetzalcóatl.
Finalmente, una cuestión nodal que ha enfrentado la arqueología desarrollada en regiones otomíes es la caracterización de la cultura material de esos grupos. En otras palabras, estamos aún lejos de definir lo otomí a partir de los restos materiales. No solamente la cerámica puede aportar datos, se deben considerar otros elementos como la arquitectura, el patrón de emplazamiento de los sitios arqueológicos, contextos rituales, manifestaciones gráfico-rupestres y a la vez, sin caer en mecanicismos, es necesario apoyarnos en los datos etnográficas para entender con mayor profundidad la cultura prehispánica Hhähnü. Empero, este camino recién empieza a recorrerse.
[1] Debido a las actuales condiciones socioecómicas impuestas por el mundo globalizado, es común encontrar otomíes en grandes ciudades como la de México, Guadalajara, Monterrey e incluso en el territorio estadunidense.
[2] Debemos destacar que en a raíz de la implementación en el presente siglo del magno proyecto Atlas Etnográfico Nacional, desarrollado por el INAH, se ha conjuntado importantes investigaciones en diferentes regiones otomíes, comprendiendo ejes temáticos diversos.
Bibliografía
*Brambila, Rosa. "El norte del Estado de México", en Expresión Antropológica, nueva época, núm. 4-5, pp. 7-11, Instituto Mexiquense de Cultura, México, 1997.
*Fournier García, Patricia. Los Hñahñu del Valle del Mezquital: maguey, pulque y alfarería, ENAH-INAH, México, 2007.
*López Aguilar, Fernando y Patricia Fournier. "Espacio, tiempo y asentamientos en el Valle del Mezquital: un enfoque comparativo con los desarrollos de William T. Sanders", en Cuicuilco, nueva época, vol. 16, núm. 47, pp. 113-146, INAH-ENAH, México, 2009.
*Piña Chán, Román. Investigaciones sobre Huamango y región vecina, vol. 1, Gobierno del Estado de México, Toluca, 1981.
*Sánchez Alaniz, José Ignacio. "Arqueología de la región de Chapa de Mota, Estado de México", en Expresión Antropológica, núm. 36, pp.18-27, Instituto Mexiquense de Cultura, Toluca, 2009.
*Wright Carr, David, "El papel de los otomíes en las culturas del Altiplano Central: 5000 a.C. -1650 d.C.", en Revista Relaciones, núm. 72, vol. XVIII, pp. 225-242, El Colegio de Michoacán, Zamora, Michoacán, 1997.
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