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Proyecto de Rescate Arqueológico en el predio de la Subestación Eléctrica Diana.
2022-10-18

Maira Leticia Martínez Lemus
INAH-CFE


El predio donde se proyectó la construcción de la Subestación Eléctrica Diana, se ubica en la esquina Norte de Circuito Interior (Melchor Ocampo), al sur de la Avenida Reforma y al este con la calle Río Ródano, de la Ciudad de México. Anteriormente, este espacio correspondía a un jardín público que albergaba un vivero. Es importante resaltar que este espacio era conocido como "Parque Ródano", lugar donde se colocó por segunda vez La Flechadora de la Estrella del Norte en 1975; esta fuente se montó originalmente a la entrada del Parque Chapultepec (Puerta de los Dos Leones) en 1942 y por motivos de construcción del Anillo Interior (1971-1976) la trasladaron al Parque Ródano, 18 años después se trasladó a las calles de Rio Mississippi y Avenida Paseo de la Reforma, donde actualmente se encuentra.

Considerando las dimensiones y la ingeniería civil contemplada para la construcción de esta obra, cuyas dimensiones fueron de 1,762.22m2, y la excavación de un muro Milán que serviría como delimitante de la subestación, con una longitud de 204.94m, con un ancho de 85cm y una profundidad de 24 metros, se propuso un programa de supervisión y vigilancia, considerando la cercanía al Castillo de Chapultepec (Cerro del Chapulín) y la probabilidad de recuperar restos de Megafauna pleistocénica.

En el extremo sur del predio, específicamente, a la mitad del muro Milán, al estar removiendo la tierra para la colocación de la plantilla, se localizaron restos óseos, a una profundidad de 15.50 metros, correspondientes a una mandíbula (al parecer de caballo) y un hueso no identificado. En la parte central del predio, a una profundidad de 3 metros, se halló un fragmento de fémur.

En el extremo noroeste del predio de la subestación Eléctrica Diana, la evidencia ósea hallada consistió en la recuperación de vertebras, costillas, un fragmento de muela, huesos largos al parecer de aves, espinas de pescado, material malacológico y huesos que no se lograron identificar. Asimismo, pero en el perfil norte, se observó una piedra de 49cm de largo por 36cm de ancho y un espesor de 25cm y en el mismo sector del predio, a centímetros de distancia, se detectó una defensa, cuya longitud es de 2.60m por 3cm en su parte distal y 22cm en el extremo proximal con un espesor de 17cm. La profundidad en la que se detectó fue de 14.30m. Hacia el noroeste de la defensa, se evidenció un hueso de ave, así como vértebras, un hueso no identificado y otro elemento óseo, que se infiere corresponde al cráneo del individuo. Todos los referentes óseos se recuperaron entre las capas XXIX a la XXXII, en donde la profundidad va de los 14 a 15.60 metros.

Para la recuperación y embalaje se cumplieron los pasos del protocolo establecido; de limpieza de los referentes óseos con agua; el cuidado de las piezas se llevó a cabo con la asesoría del restaurador Francisco Revilla, así como el embalaje, con el uso de los materiales idóneos para proteger estos elementos, finalmente fueron removidos de su contexto para colocarlos en cajones de madera y prepararlos para su posterior estudio.

En lo que refiere a la estratigrafía, podemos señalar que los estratos observados corresponden a texturas arcillosas, limosas, arenosas, capas de cenizas volcánica y la llamada capa dura de tonalidad gris; su dureza es considerable y su consistencia es jabonosa y se denomina "caliche", lo interesante de esto, es que por encima, en medio y por debajo de esta se tiene la evidencia de una capa de ceniza negra, lo que denota varios episodios volcánicos, que a su vez se infiere sellan estos referentes óseos de Megafauna pleistocénica.

Finalmente, la coloración de las capas varía entre las que destacan, gris, negra, roja, amarilla o dorada y verde. Con base en lo anterior, es factible fundamentarse en las investigaciones de Federico Mooser de 1997, acerca de la Cuenca de México, donde considera que: la secuencia estratigráfica sobre la que yace la Ciudad de México, se define como el depósito de arcillas lacustres comenzando hace aproximadamente 170 mil años, durante los cuales la actividad volcánica en el Valle de México parece haber disminuido y donde ocurrieron importantes cambios del clima asociados con los períodos de glaciación, por lo que los restos localizados por debajo de la capa dura, se ubicarían en el techo de la llamada formación Arcillosa Inferior según el mismo Mooser en la obra citada.

En lo que respecta a los elementos óseos recuperados, es importante comentar, que se realizan los estudios y análisis pertinentes por especialistas en arqueozoología.